Karaoke en San-Ti

El sábado a la noche nos juntamos en el Centro San-Ti los alumnos de Kung Fu y Tai Chi para despedir el año. Cada uno llevó algo de comida y bebida para compartir, y la consigna era pasar un rato agradable, lo cual se cumplió. Con creces.

El furor de la noche fue un equipo de karaoke... espécimen raro de la tecnología que no conocía en su versión hogareña. Es un algo que se conecta a la tele, y tiene para elegir entre cientos de temas, en castellano y en inglés, de todos los estilos. El aparatito va pasando fotos de fondo (eso solo ya es muy gracioso, porque las fotos son todas de paisajes, nada que ver con la música —al menos no con toda la música—), y el clásico subtitulado del tema, que va cambiando de color marcando el ritmo. Las pistas musicales no son las originales, sino esas orquestaciones más o menos baratas que parecen hechas por un solo tipo con un teclado semi-profesional (y esa es la segunda cosa graciosa... algunas luminarias del rock que ya no están entre los vivos deben de revolverse en su tumba al escuchar en que se han transformado sus solos de guitarra...). Hay controles para subir o bajar de tono el tema, con settings predefinidos hombre/mujer, y subir o bajar la velocidad. Y como si esto fuera poco, al terminar el tema, el aparatito genera una puntuación, de 0 a 100, acompañada por la explicación (ej., de 80 a 90 puntos pone algo así como "Sos casi un profesional").

La tercera cosa graciosa era esa: Ver como el sistema de puntuación hace cualquiera. Supongo que la idea es comparar el audio que entra por el micrófono (o sea, al que esta cantando) contra la música... pero pasaron cosas como que alguien diga "¡Uy, pero esta no me la sé!", y entonces le cortan el tema, y el aparato le ponía un 87 (con que hayan pasado algunos segundo del tema, el tipo califica, aunque uno lo corte). Y gente que cantó relativamente bien (léase: entonó), y se sacó un mero 74.

La cuarta cosa graciosa fueron los que se animaron a cantar. Nos cagamos de risa. Hay gente que se defendía, y gente que tenía re-claro que estaba haciendo cualquiera pero que todo el resto nos divertíamos de sus aullidos. Genial.

Resultó ser una idea muy piola para amenizar la reunión. Ni idea dónde se consiguen esos bichos, ni cuanto salen. Pero es una buena alternativa.

Y acá estamos. Dejé a mucha gente cantando, y me vine relativamente temprano porque en unas horitas nomás tengo que estar en la casa de Cristian, para que de ahí nos juntemos con el resto de la banda para ir a pasar el día al Tigre.

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