Senderos del Aconquija 2007
Esta Semana Santa volví para Tafí, aunque esta vez, para hacer una travesía, y caminar. Y caminé. Mucho. Realmente fue un excelente trekking, con un par de experiencias distintas que lo hicieron más duro (pero a su vez, divertido!) de lo que originalmente pensaba: Caminar en algunos tramos con el barro hasta los tobillos, y tener que vadear un río armando grupos, para que no nos arrastre tan fácil la corriente.
La travesía básicamente consistía en unir Tafí del Valle con San Miguel de Tucumán, pasando por el Valle de la Ciénaga, un puesto de montaña en las cercanías de Anfama, y terminando en El Siambón. Es un circuito de trekking clásico en la zona. Lo especial es que la temporada de lluvias terminó hace muy poco, y este año llovió más de lo normal, con lo cual había mucho barro, y los ríos (especialmente el Río Grande) estaban muy correntosos. O, como nos dijo un vaqueano que cruzamos en el camino:
el río está bastantito
La primer noche la pasamos en el hostel Nómade, en Tafí, donde tuve la oportunidad de compartir algunas horas con los chicos que tan bien me habían recibido los últimos días de mis vacaciones.
Al día siguiente, un transfer nos acercó a la senda que sube hasta La Ciénaga... y arrancamos con el trekking. Estaba entre nublado y lluvioso, lo cual no vino tan mal, ya que caminar por el barro nos bajó bastante el ritmo de marcha, y hacerlo al rayo del sol, creo que hubiera sido peor. Entre otras cosas, me di el gusto de caminar por esas laderas verdes, VERDISIMAS, que ya había visto en mi paso anterior por Tafí, y me habían dejado con las ganas.
A la tarde llegamos a la escuelita de La Ciénaga, y acampamos a un costado del río. Merienda, fogón, más tarde la cena. A la noche refrescó bastante, pero como contrapartida, el cielo se abrió completamente, así que me pude dar el gusto de mirar esos cielos estrellados que solo se ven cuando uno está en medio de la nada. Y varias estrellas fugaces.
Al otro día, La Ciénaga nos despertó con un día espléndido. Arrancamos la caminata hacia la casa de Pastor, cerca de Anfama. Pastor es el vaqueano que hizo el porteo del equipo de campamento, comida y carpas, y esa noche nos esperaba para acampar en su campo... y con corderito. El trekking estuvo muy bueno, paisajes alucinantes...
...hasta que el barro empezó a ser más espeso, y más, y más... al punto que ya no hubo forma de esquivarlo. A la tarde, terminamos caminando enterrándonos en el barro hasta los tobillos. Eso nos retrasó mucho, y terminamos llegando a lo de Pastor de noche. En retrospectiva, la experiencia fue interesante y divertida. Y por que negarlo, el corderito que nos esperaba, un excelente incentivo ;)
El armado del campamento se complicó un poco, estábamos cansados, mojados, embarrados, no había luz, teníamos hambre... pero lo superamos. Admiro las pilas de ambos Pablos (los guías) para llegar cansados, quizás no tanto como nosotros, pero cansados al fin, y sacar andando el campamento. Y también resalto la hospitalidad de Pastor y su familia, para calentar agua, para preparar nuestra cena, y hasta para ofrecernos un poco de folklore en vivo, interpretado (voz y guitarra) por uno de sus hijos.
Al otro día nos despertamos temprano, ya que Pablo & Pablo preveían que los primeros kms. de marcha también serían con mucho barro, y ya ahí no teníamos margen con los tiempos: Había que llegar o llegar a Tucumán, porque el micro a Bs. As. no nos iba a esperar, obvio. Y más allá del barro, nos esperaba el Río Grande, el cual íbamos a tener que vadear como mínimo 9 veces. Lo bueno de despertarse temprano fue el paisaje: Cuando abrí la carpa, y vi los cerros iluminados de rojo, desapareció todo vestigio de fiaca o fastidio por tener que despertarse temprano. Espectacular. Ojalá tuviera una vista así desde la ventana de mi depto. Es imposible no arrancar el día con otro espíritu.
Finalmente, el barro no fue tanto. El día estaba espléndido una vez más, aunque menos caluroso (por suerte!). Pero el río estaba bastantito, así que los vadeos fueron más complicados de lo esperado. Fuimos cruzando en grupos, para minimizar el riesgo de que alguno se caiga. Muy divertido, pero cada cruce nos sacaba tiempo... tiempo que tuvimos que recuperar apurando la marcha en los tramos llanos. Encima después de mediodía empezó a nublarse, con ganas de tormenta... y lo último que necesitábamos era más agua (y barro). De paso: Gracias Pablos por insistir con que vadeara con las botas de trekking y no con sandalias. El que sabe, sabe. :)
Y finalmente llegamos. En el micro que nos llevó al hostel de Tucumán devoramos unas riquísimas empanadas. Y logramos llegar al hostel con tiempo de ducharnos y reacomodar nuestro equipaje (en gran parte mojado y embarrado) antes de ir a la terminal.
En resumen: Una travesía buenísima, un grupo excelente, y unas cuantas experiencias nuevas.
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