Esta Semana Santa volví para Tafí, aunque esta vez, para hacer una
travesía, y caminar. Y caminé. Mucho. Realmente fue un excelente
trekking, con un par de experiencias distintas que lo hicieron más duro
(pero a su vez, divertido!) de lo que originalmente pensaba: Caminar en
algunos tramos con el barro hasta los tobillos, y tener que vadear un
río armando grupos, para que no nos arrastre tan fácil la corriente.
La travesía básicamente consistía en unir Tafí del Valle con San Miguel
de Tucumán, pasando por el Valle de la Ciénaga, un puesto de montaña en
las cercanías de Anfama, y terminando en El Siambón. Es un circuito de
trekking clásico en la zona. Lo especial es que la temporada de lluvias
terminó hace muy poco, y este año llovió más de lo normal, con lo cual
había mucho barro, y los ríos (especialmente el Río Grande) estaban muy
correntosos. O, como nos dijo un vaqueano que cruzamos en el camino:
el río está bastantito
La primer noche la pasamos en el hostel Nómade, en Tafí, donde tuve la
oportunidad de compartir algunas horas con los chicos que tan bien me
habían recibido los últimos días de mis vacaciones.
Al día siguiente, un transfer nos acercó a la senda que sube hasta La
Ciénaga... y arrancamos con el trekking. Estaba entre nublado y
lluvioso, lo cual no vino tan mal, ya que caminar por el barro nos bajó
bastante el ritmo de marcha, y hacerlo al rayo del sol, creo que hubiera
sido peor. Entre otras cosas, me di el gusto de caminar por esas laderas
verdes, VERDISIMAS, que ya había visto en mi paso anterior por Tafí, y
me habían dejado con las ganas.
A la tarde llegamos a la escuelita de La Ciénaga, y acampamos a un
costado del río. Merienda, fogón, más tarde la cena. A la noche refrescó
bastante, pero como contrapartida, el cielo se abrió completamente, así
que me pude dar el gusto de mirar esos cielos estrellados que solo se
ven cuando uno está en medio de la nada. Y varias estrellas fugaces.
Al otro día, La Ciénaga nos despertó con un día espléndido. Arrancamos
la caminata hacia la casa de Pastor, cerca de Anfama. Pastor es el
vaqueano que hizo el porteo del equipo de campamento, comida y carpas, y
esa noche nos esperaba para acampar en su campo... y con corderito. El
trekking estuvo muy bueno, paisajes alucinantes...
...hasta que el barro empezó a ser más espeso, y más, y más... al punto
que ya no hubo forma de esquivarlo. A la tarde, terminamos caminando
enterrándonos en el barro hasta los tobillos. Eso nos retrasó mucho, y
terminamos llegando a lo de Pastor de noche. En retrospectiva, la
experiencia fue interesante y divertida. Y por que negarlo, el corderito
que nos esperaba, un excelente incentivo ;)
El armado del campamento se complicó un poco, estábamos cansados,
mojados, embarrados, no había luz, teníamos hambre... pero lo superamos.
Admiro las pilas de ambos Pablos (los guías) para llegar cansados,
quizás no tanto como nosotros, pero cansados al fin, y sacar andando el
campamento. Y también resalto la hospitalidad de Pastor y su familia,
para calentar agua, para preparar nuestra cena, y hasta para ofrecernos
un poco de folklore en vivo, interpretado (voz y guitarra) por uno de
sus hijos.
Al otro día nos despertamos temprano, ya que Pablo & Pablo preveían que
los primeros kms. de marcha también serían con mucho barro, y ya ahí no
teníamos margen con los tiempos: Había que llegar o llegar a Tucumán,
porque el micro a Bs. As. no nos iba a esperar, obvio. Y más allá del
barro, nos esperaba el Río Grande, el cual íbamos a tener que vadear
como mínimo 9 veces. Lo bueno de despertarse temprano fue el paisaje:
Cuando abrí la carpa, y vi los cerros iluminados de rojo, desapareció
todo vestigio de fiaca o fastidio por tener que despertarse temprano.
Espectacular. Ojalá tuviera una vista así desde la ventana de mi depto.
Es imposible no arrancar el día con otro espíritu.
Finalmente, el barro no fue tanto. El día estaba espléndido una vez
más, aunque menos caluroso (por suerte!). Pero el río estaba
bastantito, así que los vadeos fueron más complicados de lo esperado.
Fuimos cruzando en grupos, para minimizar el riesgo de que alguno se
caiga. Muy divertido, pero cada cruce nos sacaba tiempo... tiempo que
tuvimos que recuperar apurando la marcha en los tramos llanos. Encima
después de mediodía empezó a nublarse, con ganas de tormenta... y lo
último que necesitábamos era más agua (y barro). De paso: Gracias Pablos
por insistir con que vadeara con las botas de trekking y no con
sandalias. El que sabe, sabe. :)
Y finalmente llegamos. En el micro que nos llevó al hostel de Tucumán
devoramos unas riquísimas empanadas. Y logramos llegar al hostel con
tiempo de ducharnos y reacomodar nuestro equipaje (en gran parte mojado
y embarrado) antes de ir a la terminal.
En resumen: Una travesía buenísima, un grupo excelente, y unas cuantas
experiencias nuevas.
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